Hilos de sangre by Angela Marsons

autor:Angela Marsons [Marsons, Angela]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2016-10-27T00:00:00+00:00

Capítulo cuarenta y nueve

Barney se terminó la comida nocturna y la miró en busca de instrucciones. La mayoría de las noches, ella ya se habría cambiado y estaría dirigiéndose al garaje, pero ahora no estaba segura.

Casi siempre, el surtido de piezas de motocicleta ahuyentaba su mente del caso en que estaba trabajando. El rompecabezas de las partes sustituía el rompecabezas mental.

Dos cosas la seguían preocupando: la completa disparidad de las víctimas y la aparente ausencia de emociones en los ataques.

La habían hecho acudir a escenas criminales donde la furia era palpable, donde el número de las heridas, sus diferentes profundidades y longitudes denotaban el frenesí. En otras, se había herido con lentitud, premeditación y precisión, con tal de prolongar el disfrute. A veces, el lugar de la herida, alrededor de los genitales, era una pista en sí mismo. Pero este asesino no les daba nada. Una sola puñalada en cada víctima. No había carácter en esto, era casi banal. El asesino no estaba tratando de comunicarles nada. En esos ataques no había ningún mensaje qué encontrar.

Sus pensamientos se desviaron hacia Dawson, quien probablemente seguía en su escritorio leyendo las numerosas pistas que, a partir de ahora, los perseguirían hasta el final del caso. El volumen se reduciría, pero las llamadas seguirían desviando su atención hasta el día en que se produjeran las detenciones. Con lo que tenían hasta el momento, Kim ni siquiera podía imaginarse cuándo llegaría ese día.

Los primeros pensamientos hacia su colega se diluyeron, aunque no desaparecieron. Todos habían acudido a los teléfonos para ayudarlo, pero, cuando él solicitó que lo dejaran solo, ella, con un movimiento de cabeza, pidió a Bryant y Stacey que lo dejaran en paz. Esperaba que la lección hubiera quedado bien aprendida.

Y luego estaba Alex.

Por mucho que deseara apartarla de su mente, no se borraban ni la reunión ni el hecho de que la psiquiatra se hubiera entrometido en el asunto de su madre. Las palabras de advertencia de Bryant seguían saltando en su mente como bocados de cómic.

Desde aquel episodio al borde del canal, Kim se había convencido a sí misma de que Alex no la conocía tan bien como pensaba. Sin embargo, esta reunión de veinte minutos había sacudido los cimientos de esa creencia.

No debía sentirse sorprendida con la audacia de la mujer haciéndose pasar por ella para comunicarse con su madre. Su último encuentro le había enseñado que, con Alex, no había fronteras. Lo único que esa mujer consumía eran sus propios deseos y necesidades. Y eso daba pie a otra pregunta: ¿qué más querría Alex de ella? Una vez había tratado de quebrantar a Kim y había fallado. ¿Y, ahora, qué? ¿Y qué tenía su madre que Kim pudiera querer?

—Maldita sea —dijo en voz alta. Porque, a pesar de las incontables advertencias de Bryant, no le quedaba más remedio que averiguarlo.

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